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El lazo que une al hombre con el vegetal trasciende la simple contemplación de una naturaleza externa y distante. Es un vínculo vivo, íntimo, que nos llama a descubrirnos en lo profundo, a desplegar los misterios que llevamos dentro.


A través de esta conexión con el mundo vegetal, el ser humano encuentra respuestas a las preguntas esenciales de su existencia,


Este encuentro es una educación en las leyes invisibles que tejen la vida, una invitación a caminar un sendero que nos conduce al florecimiento de nuestra esencia.


Cada planta, cada ciclo, cada vibración del mundo vegetal responde a una danza armónica con las leyes universales que rigen la existencia. Observar, sentir y estudiar el vegetal es entrar en comunión con el latido de la vida misma, un latido que también nos habita.


Esta educación no es solo conocimiento, es una sabiduría que nos enseña a ser pacientes, a transformarnos, a fluir como lo hace el viento entre las hojas. Así, aprender de estas leyes es, en verdad, aprender de la vida misma.

Cada uno de nosotros lleva en su interior un jardín secreto, donde crecen capacidades únicas y aún dormidas, esperando el riego de la consciencia para florecer. Pero estas potencialidades no brotan sin una mirada introspectiva, sin un retorno a nuestro propio misterio.


“¿Quién eres?” pregunta la Vida… Y tú eres el único que puede responder.


El vegetal, en su constante ciclo de renacimiento y transformación, se convierte en espejo y guía.


Conocer las leyes que lo rigen es también conocer las leyes que nos gobiernan, y, así, dar sentido a nuestras experiencias cotidianas.


Esta es la esencia de la educación: aprender a respetar los ritmos de la vida, a percibir lo que nos nutre, a honrar lo que fortalece nuestra existencia. De esta manera, la enseñanza del vegetal nos abre la puerta al conocimiento de nuestro propio ser.


El vegetal nos devuelve una y otra vez la pregunta primordial:

¿Cuál es nuestro lugar en esta vasta trama de la vida?


Es en el silencio de esa pregunta, en la profundidad del vínculo vivo con lo natural, que encontramos las respuestas. A través del estudio de las leyes sagradas, descubrimos el poder de desplegar nuestras potencialidades y de arraigarnos en la verdad de quienes somos.

Este camino, acompañado por la sabiduría del vegetal, es un llamado a regresar a la simplicidad de la vida, a sus leyes inmutables, y a despertar lo mejor de nosotros mismos, para así ofrendar al mundo aquello único y valioso que llevamos dentro. La Fuerza del Vegetal en el Ser Humano.


En el corazón de cada ser humano reposa una fuerza viva, la misma fuerza que nutre al vegetal. Esta energía, tan antigua como la Tierra, se parece al poder de la sal.


Así como la sal da sabor y preserva, esta fuerza nos otorga la habilidad de orquestar nuestros instrumentos internos—nuestros pensamientos, nuestras emociones, nuestras energías más sutiles—para actuar en armonía con la vida.


Al dominar esta fuerza interior, aprendemos a vivir desde el centro de nuestro ser, atrayendo lo que deseamos manifestar en el mundo material, con la paciencia y la constancia de una semilla que espera su momento bajo la tierra.


Cada elección, cada decisión que tomamos, es un acto de creación, una piedra que colocamos en la construcción de nuestro ser. Con cada elección, esculpimos nuestra vida, seleccionando lo que nos nutre y dejando atrás lo que ya no nos sirve.

Este poder, innato y profundo, está presente en todos nosotros. Es una fuerza natural, aguardando ser despertada.

Sin embargo, para activarla plenamente, debemos educarnos en los ritmos de la vida, en sus misterios profundos. Cada acto consciente, cada pensamiento elegido con intención, se convierte en una declaración de lo que queremos ver florecer en nuestro mundo.

Este camino de educación en la vida, de práctica constante de la intención, nos invita a aprender el arte de esculpir nuestra realidad.

A través del estudio de lo vivo del reino vegetal y de la naturaleza descubrimos el arte de vivir como seres humanos plenos, que animan la vida desde su interioridad. Y es en ese proceso de refinamiento donde encontramos nuestra capacidad para escribir nuestra propia historia, seleccionando, con discernimiento, los elementos que componen nuestra existencia.

Así, el Hombre descubre que en él habita la fuerza viva y creadora del vegetal, que lo impulsa a crecer, a transformarse y a ofrecer al mundo lo que solo él puede dar.

Con todo mi amor,

Lydia

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