CANELA DE CEILÁN, LA GUARDIANA DEL TIEMPO
- Lydia
- 7 feb
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 11 feb
La canela de Ceilán es una memoria viva, un susurro cálido que atraviesa los siglos, llevando consigo la sabiduría de lo eterno.
No es solo una especia, es un legado, un fuego suave y profundo que enlaza el presente con la huella de lo que fue, con aquellas épocas en las que cada aroma era un portal y cada sabor, un misterio revelado.
Su calor no abrasa, envuelve. Es el fuego del hogar que reconforta el cuerpo y el alma, el murmullo de una llama antigua que arde sin prisa. En su aroma resuena el eco de manos sabias, de rituales olvidados, de miradas que comprendían el alma de la tierra y el valor de cada dádiva ofrecida.
Se entrega en sus hojas como un secreto confiado al agua, derramando su esencia en un abrazo dorado. Nos enseña el arte de la paciencia, el don de saborear, la magia de escuchar la vida desplegarse sin urgencia. Es puente entre mundos, guardiana de lo auténtico, centinela del sabor verdadero, ese que ni el tiempo ni el olvido pueden borrar.
Para quien sabe degustarla, la canela de Ceilán ofrece más que un perfume: regala el redescubrimiento del instante, la certeza de que en la simplicidad se esconde lo infinito.
Porque ella es la Anciana sabia, la que susurra en su fragancia los secretos que creíamos perdidos, la que nos recuerda que alguna vez supimos que todo estaba vivo, que todo tenía un sentido.
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