CÚRCUMA, EL SOL DE LA TIERRA
- Lydia
- 7 feb
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 8 feb
La cúrcuma es el oro del suelo, el fuego que la tierra engendra en secreto y nos ofrece con generosidad. Es un sol enterrado que, al emerger, ilumina. Su color ardiente es un presagio de su poder: una chispa de vida, un destello de calor que enciende cuerpo y espíritu.
No es solo un rizoma, es una semilla de luz. Su esencia no impone, pero tampoco se esconde. Se desliza como un río dorado en la sangre, despertando, restaurando, renovando. Donde hay peso, aligera; donde hay frialdad, enciende; donde hay heridas, sana.
Y sobre su raíz vibrante, una flor blanca se alza, majestuosa y pura, como una corona secreta. Nos recuerda que lo más valioso suele ocultarse bajo la superficie, esperando ser descubierto por quienes saben mirar.
La cúrcuma no busca reconocimiento, pero su sola presencia transforma. Nos enseña que la verdadera fuerza no es estridente, sino constante. Nos invita a brillar desde dentro, a ser fuego cálido y no llama que devora, a iluminar sin cegar.
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