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JENGIBRE, EL DESPERTAR DEL FUEGO INTERIOR

  • Foto del escritor: Lydia
    Lydia
  • 7 feb
  • 1 Min. de lectura

Actualizado: 11 feb

El jengibre es raíz y brasa, un fuego vivo que atraviesa el cuerpo y el espíritu. Nunca reposa, nunca titubea: palpita, despierta, insufla una energía nueva en quienes lo buscan. Es la chispa oculta bajo la tierra, el ardor dormido que aguarda el momento de elevarse y encender la vida.

Su calor es directo, sin rodeos, una llamada vibrante al despertar. Sacude donde la inercia se instala, aviva lo dormido, reaviva la llama interior. El jengibre no espera, no concede treguas: actúa, impulsa, transforma. Es el aliento que empuja a quienes necesitan moverse, cruzar umbrales, abrazar el cambio.

En el cuerpo, danza con el sistema nervioso, recorriendo sus caminos como una corriente eléctrica que despierta, dinamiza y fortalece. Limpia lo denso, disipa la pesadez, aclara la mente. Es una ola ardiente que avanza sin pausa, despejando el sendero hacia la claridad.

Pero más allá de su intensidad, el jengibre es un guía. Enseña el arte del fuego bien dirigido, la acción precisa, la fuerza que no arrasa, sino que sostiene. No quema sin sentido, ilumina. Acompaña a quienes buscan valentía, a quienes necesitan atravesar el umbral del miedo, elevar su vibración, arder sin consumirse.


El jengibre es un iniciador. No deja nada en penumbra: empuja, revela, enciende.

Con él, no hay estancamiento: se avanza, se asciende, se abraza el poder de la vida.

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Santa Fe, Veraguas Province, Panama

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