LA BAILARINA DE LAS BRISAS: LA HIERBA DE LIMÓN
- Lydia
- 7 feb
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 11 feb
Allí donde el viento murmura entre el follaje y el sol acaricia la tierra, una bailarina se entrega a su danza secreta.
La hierba de limón, esbelta y grácil, se alza con ligereza, balanceándose con el suspiro de la mañana. No es solo una planta, es un espíritu danzante, una mensajera de frescura y alegría. En cada brisa que la toca, inclina su cuerpo esbelto y responde con un susurro perfumado, como una nota musical dispersa en el aire.
No impone su presencia, la sugiere. Su aroma es un roce sutil, una caricia sobre la piel del mundo. Despierta con suavidad, envuelve sin peso, ofreciendo un bálsamo invisible a quienes la encuentran. No se aferra, no se detiene: sigue el ritmo del viento, cediendo y fluyendo con la confianza de quien sabe que su fuerza reside en la ligereza.
En su danza etérea, la hierba de limón juega con la luz, sus hojas largas ondean como velos en un ritual silente. Su belleza no necesita adornos; es la gracia del movimiento, la poesía del instante.
Baila para recordarnos que la vida es un vaivén de suspiros y silencios, de fragancias efímeras que se desvanecen si no aprendemos a percibirlas. Es la cómplice de quienes buscan serenidad, la presencia sutil que envuelve el alma con una frescura luminosa.
En el jardín o a la vera de los caminos, la hierba de limón nunca deja de moverse con su paso liviano. Es la bailarina del viento, la amiga de los sueños despiertos, la que susurra a cada instante :
Respira. Saborea. Vive.
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