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SARIL, EL RESPLANDOR DE LA VIDA

  • Foto del escritor: Lydia
    Lydia
  • 7 feb
  • 1 Min. de lectura

Actualizado: 13 feb

El saril es un canto en el jardín, un resplandor vibrante que danza bajo el sol y se abre sin reservas. Flor ardiente, fruto chispeante, no se conforma con existir en silencio: ríe, despierta, conversa con todo lo que late. Es un fuego que se expande, un llamado al despertar, un estallido de vida que sacude y encanta.

Su rojo intenso y su acidez vibrante no pasan desapercibidos. Apenas toca los labios, despierta los sentidos, sacude el letargo, invita al movimiento. Es una ola vivificante, un impulso que alienta a avanzar con valentía, a hablar con el corazón encendido, a abrazar la intensidad de la existencia. Con él, no hay repliegue ni duda: hay impulso, coraje, plenitud.

El saril ama el agua, ama la luz, ama la generosidad del cielo. No retiene nada para sí, se entrega sin reservas, floreciendo en una abundancia que no conoce límites. Enseña la lección de la entrega pura, aquella que brota de la confianza en los ciclos eternos del universo.


Pero tras su fulgor radiante, guarda un secreto: es alquimista de lo sagrado y lo esencial. En su esencia, el agua y el fuego se funden, el sol y la lluvia se abrazan, y de esa unión nace un elixir que nutre tanto el cuerpo como el alma. Cada sorbo de su infusión es un pacto con la vida, un eco de vitalidad y renacimiento.


El saril no teme al tiempo, no se resiste a la transformación. Florece con valentía, se entrega sin restricciones, arde con pasión. En su sabor chispeante hay un mensaje claro: atrévete a vivir, embriágate de la existencia y brilla sin reservas.

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Santa Fe, Veraguas Province, Panama

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